Susurros del duende

SUSURROS DEL DUENDE 

El ático de Antonio, antes su santuario lleno de trastos y recuerdos, ahora albergaba algo siniestro. Empezó con rasguños en el suelo, que ignoró como simples ratones. Pero luego llegaron los susurros, un sonido sibilante casi inaudible que lo ponía de los nervios. Intentaba localizarlos, pero desaparecían, dejándolo con una sensación escalofriante.

Estaba a punto de creer que era su

imaginación, producto de sus desvelos leyendo los diarios de su abuelo, hasta que una noche los susurros dijeron su nombre: "Anto-ni-o.…". El sonido, como hojas secas sobre piedra, lo heló por completo. Supo, con una certeza fría, que esos susurros provenían de algo mucho más antiguo y malvado que un simple roedor. 


El título del viejo manuscrito de su abuelo le vino a la mente: Susurros del Duende.

Una noche, buscando respuestas en internet sobre leyendas locales, Luisa encontró una muñequita de madera tallada debajo de la cama. Era feísima, con

orejas puntiagudas y ojos que brillaban de forma creepy. Antonio reconoció el estilo de un dibujo de su abuelo: "Duende Vinculado". Cayó en la cuenta de que los susurros eran una forma de hablar, y la muñeca era como un imán, un conector.

Intentaron tirar la muñeca, pero solo empeoró todo. Aparecía en otros sitios, los susurros se hacían más fuertes y hasta se reían de ellos. Luisa, ahora totalmente

asustada, dejó de buscar explicaciones lógicas. La influencia del   duende  se metió en sus vidas, distorsionando lo que veían,   convirtiendo  sombras en monstruos.

 Empezaron a pelear, con los nervios destrozados por esa presencia   invisible.

 Antonio se sentía culpable, con la investigación de su abuelo y la   historia de la casa como una losa. Sabía que los susurros querían   algo   de él, de su familia, y temía lo que tendrían que hacer para   que  se  callaran de una vez.

Desesperados, Antonio y Luisa intentaron un último ritual que encontraron en los
diarios del abuelo
. En el centro del ático, bajo la luz temblorosa de las velas, recitaron las palabras olvidadas mientras quemaban hierbas extrañas. Los susurros se intensificaron hasta convertirse en un coro ensordecedor la muñeca vibraba sobre la mesa. De repente, un golpe seco, como si algo pesado hubiera caído.

Luisa gritó, señalando la esquina oscura. Antonio se acercó, linterna en mano, pero solo encontró polvo y sombras danzantes. Al volve
rse, Luisa jadeó. La muñeca ya no estaba sobre la mesa. Y Antonio... tampoco. La puerta del ático se cerró de

golpe, dejando a Luisa en la oscuridad, solo con el eco de los susurros, ahora más cercanos, más íntimos, como si estuvieran justo a su lado.


 Afuera, la vieja casa  permanecía en silencio, guardando
su secreto, con la tenue promesa de que Antonio se había unido a los habitantes invisibles de sus muros.

 






Comentarios

  1. Debe mejorar en el diseño de la redacción, algunos párrafos no están alineado, los elementos visuales parcialmente concuerda con lo que va relatando.

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